Educar sin Gritar

Por: Mtra. Shelly Geifman Tarlovsky

Psicóloga especializada en enfermedades psicosomáticas

shellygeifmant@gmail.com

 

Claro que es posible educar sin gritar; se ha comprobado que los niños que crecen en una casa sin gritos, sin golpes, es decir en un ambiente cálido, no amenazante, se desenvuelven de una manera más correcta en la vida adulta, en el ámbito social y laboral.

 

Es importante que todos los miembros de la casa sepan cuál es su papel dentro de la familia, y qué es lo que se espera de ellos y cómo pueden ayudar. Que se pueda hablar, tener una comunicación adecuada, intercambio de ideas y opiniones.

Cuando le gritamos a un niño, se despierta dentro de él un sentimiento de miedo o de enojo, por lo que sería más recomendable educar a los niños desde el corazón, la empatía y la responsabilidad.

 

Al estar educando niños hay muchos momentos en los que sentimos la necesidad de levantar la voz con el fin de que la conducta que está realizando nuestro hijo pare o termine, o muchas veces cuando no nos hacen caso sentimos que si alzamos la voz van a reaccionar o van a hacer lo que nosotros les pedimos. Por lo que es recomendable usar otras herramientas, más útiles y respetuosas. Al educar sin gritos estamos cuidando el mundo emocional de los niños, es enseñarles que existe una comunicación diferente, es saber conectarte de un modo que contactas con sus necesidades auténticas.

 

Cuando recurrimos a un grito este actúa directo en el cerebro, para alertar a una persona de un peligro o un riesgo. El sistema de alarma del cuerpo se pone en marcha, libera una hormona llamada cortisol que es la encargada del estrés y con esto hace que el cuerpo se prepare para pelear, huir o paralizarse. Por lo tanto el grito es una alarma que se detona en el cerebro de un niño, como una forma de estrés constante, lo cual provoca que este viva en un estado de angustia.

 

 

Muchas veces los niños interpretan los gritos como señales de odio, por lo que si es la forma en la que sus padres se comunican con ellos se sienten no queridos o rechazados.

Cuando uno grita es porque perdió el control, por lo tanto cuando estamos con nuestros hijos y sentimos que aparece la necesidad de gritar debemos de hacer una pausa, respirar, reflexionar y entender que si gritamos perdemos. Hay que usar la paciencia y la cercanía. Entender que los padres somos el ejemplo y si queremos criar niños que aprendan a dialogar debemos de darles el ejemplo. El dejar de gritar es una elección personal que requiere de mucho trabajo por parte de los padres.

 

Procurar compartir con nuestros hijos tiempo de calidad, darles órdenes: claras, cortas y coherentes de acuerdo a lo que ellos pueden lograr dentro de su edad. Que los hijos sientan que somos figuras de apoyo incondicional, incentivarles para que se atrevan y asuman responsabilidades que estén a su alcance.

 

Educar con gritos aporta un ambiente de malestar en la casa, estrés, problemas de concentración, desmotivación, frustración, baja autoestima.  Por lo tanto cuando se educa sin gritos se genera en la casa bienestar, confianza y comunicación positiva.

 

Es importante entender que los niños son niños y no ven la vida de la misma manera que los adultos, no tienen la misma experiencia ni madurez, y a veces actúan de una manera inadecuada, no con malas intenciones, sino porque no conocen otra forma, o porque no piensan tan a fondo las consecuencias de sus acciones, si nosotros como adultos entendemos esto dejaremos de ser tan críticos con ellos.

 

Los niños aprovechan cada momento para jugar, sin pensar en las obligaciones, tan solo tratan de disfrutar su día. Es importante que antes de enojarnos y gritarles tratemos de ver la situación y la analicemos desde el punto de vista de los niños, y con eso vamos a poder comprenderlos mejor y como resultado mejorar la relación.